lunes, 26 de julio de 2010

LAS PEQUEÑAS COSAS

Hugo Jaramillo Muñoz

las pequeñas cosas
Poesía
2010


Confesión de parte

Comenzar una nueva historia sobre un ser múltiple que camine junto a nosotros, es un atreverse a volver sobre los pasos por segundos, a esos intervalos que marcan la ruta hacia el territorio inexplicable, donde una gota de agua, un murmullo pendiendo de un hilo, un pájaro desgajado como un pétalo en el rincón del alma, que ya no es nuestro, es una forma de aprender todos los días.
Dejar que la vida viva en todo nuestro ser como si nos estuviera llamando desde el dintel cotidiano, es aprenderse nuevamente fuera del tedio, es hundirse en lo insólito como si nada.

Transparentarse en la piel del prójimo es asumir la noción de cada uno, repitiéndose distinto en los espejos. Por eso inicio el desarraigo en este instante:

El RETRATO

El Agua

1

En el resplandor se hace el milagro
que nos transporta como un remanso
donde el tiempo parece estacionarse
y se escucha el silencio de las hojas
como premoniciones de una pasión desbordada
entonces el paisaje se constela detrás del parpado,
la noche se hace eterna
escindida de todo entendimiento
y retumba en el cuenco de la mano una lágrima
como la cascada en el fondo de un abismo.

Pero ella sólo duerme.


2

Algo aguardaba en el recodo del río
donde esos ojos volvían al iniciar la noche,
nadie logró entender dónde empezaba el rito
porque la seducción de lejanía era una sola:
el envés de la leyenda que invade el pueblo
de boca en boca hasta empolvarse,

algo se agazapa en el recuerdo
como el fulgor de un pájaro en medio de la jaula
hasta el instante en que la niña decidió
sumergirse para siempre.


EL FUEGO

1

Es la huella de un enjambre invisible
que se desliza calle abajo, cada tarde
y ya no es un secreto, porque de tanto soñarse
consumidos por sus labios, los adolescentes
han envejecido sabiéndola inasible como los viajes,
pero ella vuelve furtiva cada tarde
y marca el territorio donde se abisman los recuerdos.


2

Todos intuyeron que aquella madrugada
de mutuo acuerdo atesoró la luz
en la tersura de sus hombros
y desde entonces a esa hora exacta
las abuelas narran cuentos de mujeres en el exilio
y los niños abandonan barcos de papel invisible
en los hilos de la lluvia,
los hombres menos cautos
empoltronados en sus mecedoras,
evadiendo el insomnio discurren acremente
sobre el perfil de su cuerpo
pero ella impávida, día tras día
vuelve sobre sus pasos
porque aquella madrugada
se quedó ciega sin que se percatara el pueblo.


EL PERFUME

1

Aún se preguntan los ancianos
cómo es que se hizo espuma
a imagen y semejanza de la patina
que se apodera de los siglos después de los hechos,
si aún camina entre nosotros
si aún se la presiente en cada melodía
apenas susurrada en el tímpano de los niños
que se adormecen cobijados por el cuento de la madre
que se hace profecía a flor de labio,
por eso sólo ellos saben que se trata de un truco
para instalarlos en el lado luminoso de la luna.


2

Sus palabras eran breves como un oleaje
escapado de algún mar perdido en su pupila
eran como ese retazo de piel que deja huella
a la distancia cuando se agita el corazón
como palomas en carrera loca. Era un presentimiento
al sólo saberla hálito de peces
cercando la lucidez de los amantes.

Era, nada más que paisaje
albedrío de ciegos donde naufragan todos.


LA TIERRA

1

La vocación de labriegos viene de cerca
de la convicción extrema, que los mantiene en vida,
que hay algo en sus manos con disposición de semilla
que el supuesto humano es crecer y multiplicarse,
pero es una utopía su vientre inalcanzable.

Ella es navío de paso a lo lejos
una especie de sublevación de los sentidos
que demarca la leyenda
donde se desvanece la aldea,
mientras ella va dejando a sus espaldas
una multitud de náufragos sin rostro.


2

Ahora están destinados a murmullos de trastienda
sumando historias que a nadie importan
libando con mercaderes de baratijas inútiles
mintiéndose en medio de la reyerta de cada tarde
como si les sobrara la vida,
en tanto al otro lado de la calle
alguien envejece de impaciencia.

Pero ella en su desván repasa bajo la luz de un candil
páginas en blanco.


SUS MANOS

1

Cuentan que lo transformaba todo
en un carrusel de miel
y el pueblo se regocijaba cada vez que sus manos
hacían del extramuro una casa de cristal
a la que acudían desnudos, en busca del tesoro,
encandilados por el final del arcoiris
que dibujó su dedo
nadie se percató que con su presencia
ahuyentó al jilguero de sus manos y se hizo lágrima.

2

Ha pasado el tiempo y todos temen acercarse
a ese lugar por miedo a incinerarse
con el tenue esplendor que aún se enciende
cuando algún niño se escapa de la escuela…


LA CALLECITA

1

El dintel era como un abismo hacia el misterio
y la mirada de la madre una especie de anzuelo
que atrapaba cascabeles y murmullos
puestos ante los ojos más allá de los visillos.

Afuera habitantes fugaces
marcaban en las piedras consignas inaudibles
mientras se fundían con la neblina,
desde entonces son soledad a la deriva
y la ciudad un fantasma condenado al vacío.

Cuentan que un viernes santo
el loco, creyéndose cascabel o murmullo,
saltó el muro y se dió de bruces con la vida
haciéndose añicos de ternura liberada en el tiempo.

2

No encontró jamás la astilla de luz
en la que navegaría el cuerpo
sino otro cuerpo en el que se evade
cuando la luna se instala entre las piedras
y escucha a las plañideras fugarse entre las cruces
hasta quedar atrapadas en esos años de espera.

El salió en busca de la semilla prometida
conoció muros ajenos bañados por la tarde
ciñó talles ligeros sin amor ni odio
y bebió vinos amargos en otros pueblos
negándose así mismo.
Un día un cuentacuentos transhumante
le enseñó la callecita donde le aguarda un niño.


LOS TEJADOS

1

Cuando su mano alcanzó el copo de misterios
un pequeño corazón aligeró su mano
entonces supo de la inmensidad del mundo
en ese rincón de los aleros
que guarda sus secretos desde entonces.

Era la dicha puesta en vigencia en los atardeceres
cuando los ojos del abuelo
le enseñaban cómo escalar hasta los rincones prohibidos
donde habitan los amigos imaginarios que aún esperan.

Es la dicha tan efímera como el crepúsculo
porque los pájaros también levantan su vuelo…

2

Era la dicha de saberse el barba azul
correteando sobre el oleaje rojíso isla de tórtolas
mientras la risa vital de la pandilla
le alejaba más y más de doña angustias.

Era la dicha inundando la cumbre de las casas
mientras la ciudad semejando un navío de piratas
escapaba de sus ojos.


LA ESQUINA

1

Los últimos testimonios de la llúvia
aún se deslizan sobre las piedras en busca de su cauce
-lejos el mar se apresta como el abismo-
y en medio del temor se congregan jovenzuelos
bajo el hechizo del candil perdido entre cipreses
prestos a abolir el tiempo
discurriendo sobre el ser y la duda:
la osadía de estar vivos mientras los peces
se adormecen en el lecho del río,
mientras el pueblo retorna de su pasado
y sus gentes de sumen en los pequeños quehaceres
como el marino en la seducción de las sirenas.


2
Las evidencias de la ciudad en ese devenir,
simiente de la palabra que no elude los orígenes,
iba colmando los resquicios de la memoria
entonces comenzó el éxodo hacia lo inexplicable
donde una gota de agua en las hojas del arupo
un pájaro desgajado como un pétalo
marcaban los pasos del retorno,
era la visión de ser en el presente, un atreverse
a abandonar los tejados tibios de la casa
mientras todos duermen protegidos al borde de las cosas
amanece, cobra sentido la tertulia:
A lo lejos gime el violín como un susurro humano
invadiendo la noche entre cartones
y noticias sangrientas vulnerando la penumbra,
el huésped se aleja con un nudo en la garganta
silbando la canción hasta que volvamos a encontrarnos….


EL CAMINITO
1
Era como si el cuerpo nos llamara
del otro lado del horizonte, así como las sirenas
seducen desde las ostras marinas
fieles a la caída de la tarde,
entonces adivinábamos el océano inmenso
en el hilo rojo de la montaña y era fácil
confundirnos con el viento sabiéndonos marinos
sobre la calidez de la arena,
así encandilados por el canto
emprendimos viajes cada tarde
hasta el acantilado donde aguarda un niño
en cada uno de nosotros,
mientras recogemos los pasos
que intentamos en el vacío.


2

Ahora con el cuerpo dibujado en el umbral
pretendemos simular que aún estamos
mientras se alejan los navíos, cada tarde.


EL DESARRAIGO
1
En el anverso del fuego renacen las palomas,
sus ojos poderosos en cada resquicio de los aleros
configuran la memoria sobre la yema de los dedos
como un nido total en el que duermen su eternidad
cuando invade la tarde.
Su materia fugaz la consumió el incendio
y ellas ciegas retornaron al inicio
donde los niños juegan a ser hombres.


2

Esa tarde el fuego deshizo el secreto de la casa
y vivo todavía empecinado sobre el mundo,
las palomas descienden donde ahora miro
rocas añejas, la huella de la luz antigua,
el enigma de la arcilla donde auscultan mis ojos,
solo en medio de la noche
y aún estoy naciendo a la deriva…


LA BRUMA

La bruma arrasa el resplandor de los tejados
y esfuma las pequeñas digitales que olvidaron los pájaros
las voces de los amantes trasnochados
que ondularon hasta gastarse en la simulación del paraíso,
la bruma se pierde en el fondo del río como un alud ciego
donde aguardan los ojos del niño que truncó el otoño.

Es tarde

El recuerdo nos acosa así como la bruma,
nos concibe vulnerables y ya no hay sitio
para estacionarse mirando la ciudad desde los riscos,
un polvo extraño circunda la piel corroída por el tiempo
año tras año
y se repite como el océano aprisionado

en el oxígeno del muelle.

Es tarde y la casa solitaria anida la vida que tejemos
entre espesura y silencio.

1 comentario:

  1. A través de su poesía pude dibujar y evocar imagenes,una a una,ellas en estos textos cual entidades no pierden su razón de ser.
    Por otro lado es fantástico que sea Ud. el ganador del Premio Único en Poesía, de los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango, Guatemala 2012 ..!!
    María Elena Marroquín

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