miércoles, 19 de septiembre de 2018

Poesía siglo XXI


2017





SINTAGMAS DEL RETORNO

                              


LA HUELLA HECHA SOBRE LA PIEDRA:

Están los amantes pletóricos,  como si la huella gestada en el goce
que persiste sobre el guijarro del camino se encarnizara
en el inventario que obsede al sucumbir el tiempo
y el collage en el que transmutamos (el éxtasis terrestre y el exilio)
anegara todos los huracanes desencadenados en lo profundo
en la oquedad furtiva del caracol añoso donde yace la voz que convoca.
Otras veces, caminar con embeleso, como si un rayo de sol invadiera
el envés de la estancia, marcando el límite
donde la pupila descubre el sentido, éxodo a tientas,
caminar a solas, sobre el entramado de la memoria, aguardando inútilmente
como el niño que espera el arco iris al final de sus juegos hechos de olvido
o la canción de mamá  cuando asedian los fantasmas de la noche.

No erramos….No erramos ni un solo instante, somos solamente ese ser que nos sitia y deja algo de sí tras la tormenta, páginas del fragor que se agiganta bajo la piel cuando el trashumante trasciende la tierra prometida y se inventa y rehace fulgores y tinieblas en la certeza de los objetos que toca o presiente; no erramos, sabemos solamente que iniciamos la víspera de una travesía, tras el anuncio de otra comarca que nos llama, de otra estancia incierta, el largo día donde nos aguardan esas manos que apenas conocemos y descifran insensatamente la ternura o la inmolación tras su leve rose.

           Hacemos camino cada vez, en el solaz de los humildes quehaceres o en el vaticinio supremo de los signos que perpetúan este devenir cada vez que atravesamos los dinteles hacia la levedad de un astro subrepticio, caminamos en esa soledad que infringe la multitud obstinada en detenerse cuando se decide el viaje y se precisa de una alforja rebosante de preguntas, el santo y seña, que precisa el guardián para derribar el portón que le encarcela.

           Somos presencia efímera que se diseña más allá de los caminos como las briznas hollando las imágenes extraviadas en la infancia, somos sólo eso, una sucesión de recuerdos que se escinden del párpado corpóreo, que escapan de la jaula donde aletea la memoria cuando agobia el insomnio y nos invade la resaca luego de las contiendas que albergan la profecía irrevocable, cuando agoniza un niño o un pájaro se anega de silencio o el río trueca la piedra en polvo hollando la armonía del cosmos, simulando lo perpetuo de los seres y de las cosas: el devenir sobre el surco y la simiente.


























BARQUITOS DE HOJALATA:

el secreto humano que se devela cuando se fundan parajes indómitos donde encallan barquitos de hojalata al paso del tiempo, se petrifican frente a los riscos lejos de las playas que abismaron los ojos, cuando las manos acariciaron los dados que cedió un pirata, justo el instante en que el cuerpo buscó refugio en las simas.

Con el tiempo retorna la cometa amarillenta, incinerando el hilo, hasta las páginas del cuento que dejó de leer la abuela ciega, mientras alguien anidó  sus manos en el crepúsculo de su pelo, porque ella tuvo la ocurrencia de irse en silencio, fuera de sí misma, acosada por esa voz que la sitia en los indicios de la niñez, en cada comisura del espacio: en los simulacros de juguetes oxidados, en los responsos, en altares a la orilla del camino//
/en el mensaje del retorno que destiñó la lluvia
                                                      /cegando su pupila; cautiva
en las entrañas de la soledad, felino al acecho
                                     desde los fanales de la muchedumbre
que no da tregua, sino la revelación del misterio
                                                          de donde emerge la vida,
confirmándose efímera desde los ojos del otro,
                        donde se mira inquiriendo la certeza del olvido
o anhelando ser la niña del retrato
                                                        que reposa en sus manos,
sitiada por la muerte,
                           en tanto en la humedad del asfalto encallan/
todos los augurios de los demonios/

                              //encadenados a esas canciones extremas que musitan gentes extrañas desde el diapasón enterrado y las confidencias del hijo pródigo que jamás palpitó en su vientre, salvo en su llanto, salvo en este fin de lo vivido, condenándola al destierro que traiciona todos los sueños.









EN EL HAZ DE LAS EDADES:

…La noche instala minúsculos universos, el combate de los seres al filo de los médanos donde transmuta y se escinde el cuerpo y persiste el llanto que se dilata desde esa edad lejana que aguarda en el anverso del espejo, como una sombra letal que invade la noche y no se detiene y convoca a los habitantes grises que vulneran cada resquicio de la habitación donde el pavor se fragua mientras un reloj se agiganta como un gusano en medio del pecho.

…Llegada la noche, la ciudad desata los peligros en el umbral de las casas, pasos apresurados que retumban más allá de la cordura, voces que a lo lejos taladran la quietud de la alcoba, se desencadenan, hienden bajo la sombra mientras el barrio amanece más distante, sin huellas sobre los  adoquines donde un cuerpo yace desnudo flagelado por el frío.    

     Cada minuto se repiten los pasos en el acantilado del lecho y en la penumbra acechan ojos vacíos en medio del silencio –ese obscuro ser que un día flageló lo único que hubo de íntimo e intocado– evidencia de oleajes que infringen la placidez que a veces ahoga, que a veces libera, esa mirada que fulmina, el pezón adolescente que tienta, esa mano descubriendo, esa mano navío del sueño, que hace más cruel la distancia entre la piel y el deseo, trance de las delicias, que incineran esta digital extraña y vulnerable, la vacuidad de las palabras que se aventuran ininteligibles en el insomnio, en la primera intención, palabras que develan los amantes tras el rubor que extingue la inocencia.

       No erramos, alguien abre un ventanal hecho de sombras púrpura y huracanes y se encamina hacia el caserío, donde hombres torvos celebran la adolescencia, en medio de ritos dispuestos y ajenos, que brindan lo salobre de sus hogueras cuando el desterrado conoce, por primera vez, lo que es el llanto en la mejilla de los otros.  









       UN LOCO DESENFRENADO: (textos visuales a tres voces)

                                        El lamento desde la cumbre donde los vientos,
                                        como locos desatados,//
/guarecidos bajo la paja
                                         /y los insectos diminutos entre los arbustos
escriben historias sobre la vastedad del universo
                                                                  la fruslería de los conjuros,
aventurando el júbilo entre las líneas de la mano
                                                                  y el declinar de la infancia,
invaden las zonas secretas
                                con el planear de aves, persistiendo en lo íntimo
mientras los ojos descubren pezones/
                                  en la simulación de aquellos riscos que incitan,/
// se sumen entre susurros y el desenfreno amatorio
allí, donde cohabitan caciques libidinosos  y adúlteras impúberes,
bajo las sábanas.   

                       Amanece temprano, se extravía la mocedad, en la desnudez del peñasco que no da tregua, cuando se suceden otoños tras las pesadillas en lo más intrincado de las pupilas, como el espectáculo dadivoso que se abandona un día, como se abandona la tibieza del regazo, temprano casi sin darse cuenta, en una estancia incomparable, los trinos más allá del riachuelo, las violetas en el flanco, donde levita una niña, expulsada de la alegría y de la nostalgia de la madre, que agita su mano como el indicio de algo que se extingue.




















LA DUDA SOBRE LOS ESCOMBROS:

esa línea baldía la duda,
la duda sobre la partida o el retorno, atrapados vanamente entre los escombros míticos del barro,  la seducción, el irrefrenable impulso de dejarlo todo a cambio de ser uno mismo:
                                       -Todo es tan lejano-
                                 la mirada que se pierde
entre los jirones del pueblo,
los campanarios que suenan tenuemente a sus espaldas, el griterío en el mercado, los responsos anónimos que ocultan los pecados de los muertos bajo tierra y la tempestad anegando los ojos de jóvenes desnudas que simulan su pudor bajo la penumbra de las buhardillas:  
Todo queda atrás.

                 Atrás en el anverso del principio se hace el silencio, el vecindario cómplice, las evidencias de una inocencia perdida en una noche de naipes y de parranda, que dejará huella, la certeza de los años compartidos, estaciones abandonadas, cuartuchos oscuros donde novias y amantes enceguecidas, esperan el desafío de un amor, como se espera el filo de un cuchillo desgajando la piel hasta envejecerlas.




















ENTRE LOS RESQUICIOS DEL TIEMPO:

             …fue la víspera, entonces no alcanzaron los ojos a mirar el crepúsculo ni percibieron a lo lejos el susurro del viento entre los árboles, ni cómo los recuerdos se acumulan entre los intersticios de la sangre, cuando todos los caminos se borran al trasponer la frontera…
…pero los pueblos avanzan, inventan el mundo soñado, arboledas que invaden la esperanza hasta la otra orilla, pájaros que inquietan la soledad de las estatuas, barcos que trascienden con sus mercancías al despuntar el alba, el adobe renovando la pátina del páramo que alienta el paisaje y en la explanada árida el sediento que deja su huella y renace; es entonces queda ciudad, se avecina inconmensurable con su certidumbre de voces sobre la planicie.

                    Se rehace el sediento con la brújula estrujada en el cuenco de su mano, busca más allá de las arenas los ojos que perdió en el mar o en el vacío y se sume, deslumbrado por las sirenas, en una orgía interminable hasta que el sol se agota en el lago de su sabia, en la voz, en el eco:

                    Las palabras suenan desde atalayas lejanas como el anuncio del retorno de aquel hijo que se confundió entre gitanas y viejos tahúres en medio de riñas bochornosas, insaciable en la aridez del pubis despabilado, al borde de un amanecer hecho de ruinas y ficciones.

                  Retorna el sediento desde las ruinas del recuerdo, sin premura reconoce el comienzo, desde los artificios de la montaña que se abrigan en su piel, como la caricia esperada, tanto tiempo, como los ríos profundos que se acrecientan desde las pequeñas grietas donde quedó su mano atrapada, digital en el plumaje de las tórtolas; no hay premura para su sed, sabe que el pajonal cobija el rocío mientras camina desde el espejismo hasta el paisaje inminente.

                 Su presencia se reproduce en el horizonte: dos ancianos amantes que incitan la sinfonía de la comarca abstraen como las oscilaciones de la luz que se refleja en las espigas
     –no hay opción en el laberinto del canto–
todo lo invade el tropel de libélulas nocturnas que nuevamente rozan su piel detrás de los muros de adobe, mientras camina montaña abajo, buscando asilo en el frescor del riachuelo que anticipa las  bondades de los aldeanos, cuando aguardan al hijo pródigo, que remontó más allá, donde solo los pájaros se atreven, mañana, porque hay que caminar a veces trasponiendo el bosque tenebroso, en búsqueda de los más secretos dones de la vida.




















LA COMEDIA (textos visuales a tres voces)

/A su paso quedan cuerpos abatidos
                                                    /entre sábanas, burdeles
cuartos de hotel destartalados,
                                   la intemperie bajo luces mortecinas,
sílabas dichas sin sentido,
                                                   el muro frío de la soledad
esa canción que orada la carne
                                             como un cuchillo, desde lejos    
la tempestad desatada bajo la piel/
                                         que se consume y resplandece/
                           //en el tiempo cuando las palabras calan hondo
                           y se advierte que al tentar en la oscuridad,
                            cunde la luz que señala un camino:
              (…Duele tanto la comedia, su telaraña de ironía lastima hasta la intimidad del ser expuesta al gentío, penetra con esa agudeza solapada en la desolación cotidiana que embriaga y detiene la porfía del trashumante que transitó libre, como un loco, en las riveras de la aldea prometida).

                Es vana la espera oteando la vastedad del horizonte desde la percusión encumbrada de una cometa que se desbanda hasta sumirnos en los misterios de hogueras encendidas a la distancia mientras se crece con el aroma de las hojas en la primavera.

                El silencio en los labios de quien se adormece en el cuenco del navío que se infinita entre la pupila y los cauces de la lluvia que hace trocha donde la huella es un eslabón que emigra despejando cerrojos durante la travesía hasta encallar en este día:

               No estamos más en el recodo del río que nos retorna entre los cascabeles que encandilan en el envés del espejo, ensañándose en la blandura de la piel sometida a la erosión de los días, desde donde miran los ojos anónimos de una niña.
              No estamos más aguardando entre los dobleces de las estaciones el retorno de aquellas esencias que extasían, irrefrenables, desde la otra orilla de la inocencia transgredida.

              No estamos más en el deambular maniqueo y perverso al que condenan sin más los fulleros del tiempo.

              No estamos más hasta siempre en esta encrucijada.
              A qué falsearnos.




















LA FRÁGIL MEMORIA

               Es frágil la memoria y se oscurece de boca en boca, sólo permanece lo que de libre han perpetuado los hombres en sus confidencias de hoguera, cuando otorgan lo perdurable y los ancianos proclaman la vida, paisajes, surcos profundos por los que han transitado, con certeza, dinastías que no envejecen no obstante la sucesión del tiempo y sus manos desnudas abrigan esta piel, ausente, mientras su mirada confirma la seducción de las ciudades, este quedarse inexplicable que nos hace distintos.

                 Son oleadas de signos y de notas (criaturas y silbidos) desde las más remotas riberas que desbordan los primeros vestigios de la voz y dejan su presagio perenne hasta donde alcanza el entendimiento humano, altas montañas, arboledas, ríos rumorosos, valles infinitos donde aposentan los susurros de la vida, testimonios de un devenir que nos afirma y hacen de cada hábito el saber venerable para el aprendiz de niño, de cada huella un camino en ciernes que dispensa la tierra.

                  Entonces advertimos el naufragio que funda la desdicha, el lindero perecedero donde los pájaros agotan su vuelo en ese sinfín donde nadie se resigna a ser tal cual fue concebido, donde se nace y se muere al canto de sirenas apostadas en la sima, mientras se extinguen los peces sojuzgados sobre los riscos.


















ENTRE EL ASOMBRO Y LA TEMPESTAD   (textos visuales a tres voces)

/Amainó la furia global
                                            /del inmenso hielo de Laurentide,
con el amanecer más plácido
                                                                 sobre los peñascos
al que el ser humano hubiese asistido
                                                      en medio de tanta soledad
descubriendo en la fascinación de los espejismos,
                                                                     en lo insondable,
como buscando un resquicio/
                                               para el asombro de estar vivo./

                      //Desde ese entonces
con la libertad del viento, las aguas descendieron desde los arrecifes
posibilitando la vida colina abajo, hasta los valles
donde nuevamente mariposas  desprendidas de las hojas
devolvieron el color a la pupila, allí, donde los seres gozan de la armonía
en la utopía del instinto, los  pájaros abrevan al filo de riachuelos,
                   y los felinos levitan a expensas del susurro,
pequeños roedores juegan
   en el acantilado,
        insectos trémulos
           se solazan sobre la miel de los pétalos,
                 y el hombre se devela
                    abriéndose a la espesura
                         del enigma
                              luego
                                 de
                                    la
                   hecatombe:
                   Así, el previsivo Ut Napishtim, navegó contra viento y tempestades protegiendo igual que a su prole, animales y semillas, para luego de siete días y siete noches fundar la estirpe.

                  Y sobre las montañas de Ararat, el patriarca preservó las especies dentro del cálido cuenco del arca prometida en espera del instante para el goce compartido sobre la tierra así como espera el labrador un brote de vida donde inicia su clonación el arco iris.

                  En otras tierras cerca del mar un navío escapado del temporal preservó la progenie de Svayambhuva Manu venida del fondo del universo  como un anuncio, Deucalion y Pirra igual sobrevivieron al temporal maligno y desde lo alto del Parnaso prodigaron la vida, como un desafío, cuando las aguas retrocedieron hacia el mar…

             …Con el alba amaina la sonaja en lo alto del Poyauhtlan, decreciendo la lluvia, como decrece el hechizo esperado por los surcos que aguardan el germen que enriquece la región de la abundancia, son los pueblos que diseñan el testimonio de su ingenio, son sus manos gestando la eternidad de la semilla, allí donde los elementos marcaron su impronta imperturbable:

               Fue aquel tiempo cuando Los Ancianos Sabios condujeron dinastías con prudencia, hacia el hábitat propicio para los ancestros silvestres, en éxodos desde el lagomar o desde las altas montañas hacia la ínsula terrena donde pájaros reveladores avizoraron el portento del vivir sobre las Cuatro Partes del Mundo.   

                 Fue el reto más allá de insólitas señales que descubren la pequeñez, el estigma de lo insondable que desafía toda incertidumbre y forja el entendimiento luego de la zozobra y el rito se hace palabra y se hace confesión que perdura y la aventura devela caminos hacia lo inmutable y lo eterno y niños jubilosos abren los portones de todas las aldeas y los abuelos discurren al calor de las hogueras más allá del crepúsculo: es ese  cauce, la vida, los afanes esenciales como el pan en el menester humano, la certeza y la fábula que nos hacen este ser en tránsito perpetuo.


















               SECRETOS

               Hay un llamado hondo desde esos eslabones donde se bifurcan los sentidos, el don de mirar hacia lo recóndito donde las primeras visiones son cauces volcánicos deslizándose en la piel, o más allá de las seducciones telúricas que deslumbran;
la mansedumbre, la dicha efímera en medio de la soledad, devastó el único espacio para amar que queda sobre la tierra.

           El porvenir entonces es un enigma que lacera, un reto hecho de retazos, de territorios hollados, de jirones humanos, de ese amor que se aprendió a compartir en la incertidumbre de no saber si lo que toca la mano es parte del ser  o es un calco o la evidencia de un pueblo a la deriva.

            Lo sabe Domitila Bastidas, junta su ímpetu a la dinastía Condorcanquí que se perpetúa a través de Casanare luego de la cruenta masacre que signó la historia, su voz y su carne:

              Tupac Amaró, dejó la semilla en lo profundo del hombre desde el Cuzco y Tinta, Tungasuca y Carabaya, Livitaca y Santa Rosa hasta las entrañas de un pueblo que aprende desde los signos de su mano, signados por la estirpe, que el fruto es la sabiduría que se siembra como una leyenda que se imparte en cada palabra dicha desde adentro, desde los umbrales del tiempo.


















SOBRE LA VASTEDAD DEL UNIVERSO (textos visuales a tres voces)

                     Baja desde la verdecida cumbre donde el viento es un loco suelto guarecido entre la paja y los insectos diminutos que escriben historias sobre la vastedad del universo, entre las líneas de la mano y el declinar de la infancia, el júbilo invade las zonas secretas con el planear de aves indelebles mientras los ojos descubren aquellos pezones en el azul de los riscos. Desde las tersuras profundas que no lesiona el tiempo//
/en su devenir implacable
                              /fugas y retornos atestiguan la potestad
que alberga fábulas de gentes
                                          cuyo atributo agita este torrente
-trajín urdido entonces-/
                                            hasta el sosiego de la especie/
                                        //sobre esta tierra donde fueron 
                                          engendrados los abuelos:

                    La especie infringe la ternura divisoria, buscando saciar los pajonales  donde afirma su caminar el gentío ancestral hasta este socavón donde el ser se invade, brisa adentro, entre cánticos susurrados, desde entonces, como marea de retumbos que inundan los tejados de la ciudad y se descubre, distinto sobre las huellas que dejarán hombres y mujeres que habrán de amarse al ritmo de un mismo campanario, a las orillas de un mismo río que nunca se detiene.  


















ALLÍ EL OTRO

…en búsqueda incesante de aquellos signos de profusas heredades de allende el mar, de retornos y de esta matriz terrestre, donde ancianos venerables hunden su mano hasta saciarse y saben de los favores de la luna que presagia las cosechas, por eso cantan y en esas voces está el retorno al ser que se anticipa, por eso en el silbido del viento encuentran el placer que fortalece la virtud de sus raíces donde ancló el otear y el asombro.

Pronósticos desde los confines de la tierra y en esa armonía hilan la sabiduría que explica la sencillez de la semilla, es allí donde en cada atardecer, descubren el  júbilo del vivir y salen con el sol a fundar nuevos parajes, espacios sin restricción ni ley, sólo formas de concebir lo humano en la disposición del infinito donde liberar los pasos: condenados al silencio de su deambular precario, mientras los pueblos aguardarán mañana para siempre los signos de eternidad, a pesar de empecinamientos y vaguedades de caudillos perecederos .


























DESDE LAS TINIEBLAS
           
El ser anacrónico  que transita en la tiniebla encaramado  en las virtudes de un pasado ajeno, trastoca  los saberes en ignominia de la historia, habla a borbotones,, se eriza roedor a ras de tímpano, hurtando la palabra y el espacio donde los seres incautos, alaban la afrenta que les víctima.

En la otra orilla, en la transparencia de los ríos yacen cruces inmemoriales, testimonios perpetuos de abuelos, padres, hermanos caídos impunemente en una y otra esquina de la ciudad,  donde el tiempo se detuvo con la luz de la obsidiana.